25-09-07


Valparaíso: o cita con los maestros cantores en la línea Sigfrido (part.II)

A estas alturas, y obviando los recorridos turísticos inevitables, la gran percepción era que la ciudad, los cerros, el mar, el puerto servían de marco para algo que aún no descubríamos. A poco avanzar, igualmente por Av. Alemania, me llamó la atención una casa estilo Bávara que tenía en sus muros y reja símbolos nórdicos, desde fuera no se apreciaba mayor movimiento, sólo algunas empleadas de uniforme tipo colonia dignidad, deambulaban por el patio. En ese momento recordé que alguien me había dicho que la casa de Miguel Serrano tenía esas características, cuando lo comenté, uno de los chicos que venía en el grupo, no pudo ocultar su emoción y preguntó a Gastón si lo conocía, respondió que eran amigos y sin mediar mayor explicación se llevó las manos a la boca y gritó desde la vereda opuesta: ¡MIGUEEEL!, luego de un instante una chica rubia salió a la puerta y preguntó que queríamos, Gastón se presentó y dijo que buscaba a Miguel. Luego de otro momento divisamos a Miguel Serrano en la puerta de entrada, como en una escena cinematográfica rodeado de tres enormes pastores alemanes. Vestía un buzo deportivo azul, zapatillas y un chaleco sin mangas de chiporro. Nos invitó a pasar, al subir las escaleras me encontré con un hombre distinto del que había conocido el año 95 en una exposición de joyas prehispánicas en el cultural de las condes, éste se veía más joven, a pesar de mediar tres años desde esa fecha, seguramente contribuía a ello la rubia que le acompañaba, recuerdo que, más tarde, al despedirnos me fue inevitable preguntarle por la edad de la chica, pues parecía una adolescente, me dijo que tenía 37 años, que era historiadora, vasca y brillante, luego me preguntó por una de las chicas que venía en nuestro grupo.
Ya en la casa, pasamos a la biblioteca, a parte de los libros, muchos de los que siempre quise tener, sorprendía la cantidad de fotografías de él con, o autografiadas por: Carl Jung, Ezra Pound, Herman Hesse, con Neruda vestidos de mandarín, Indira Ghandi, Ghandi, Nerhu, el Dalai Lama, después de su huída del Tibet, etc. etc. Nos sentamos en una habitación contigua, había varias sillas de paja que curiosamente tenían en el respaldo distintas runas hechas con huincha aisladora roja, luego de un rato explicaría porque. Después de las palabras de introducción, el dueño de casa puso sobre la mesa todas sus cartas, no hubo momentos para tensión ni dudas, centró su discurso sobre la instauración de un gobierno de facto encabezado por las principales potencias a las que llamó el “Gobierno Mundial” dentro de la lógica de una teoría conspirativa, éste habría encargado a España la reconquista de Latinoamérica, a través de una estrategia económica (en ese momento no se llevaba a cabo la venta de Endesa, ni CTC, ni había ocurrido el arresto de Pinochet en Londres), ésta establecía a través de la utilización de los códigos de barra una dominación solapada, a través de los números contenidos en la secuencia de dos líneas al comienzo, al centro, y al final las que el lector computacional leía como 666, de esta forma cada documentación personal (carnet, pasaporte, certificados) a partir de este momentos empezaría a incluir un pequeño código de barras que permitiría identificar a las personas una , a una en el lugar que se encontraran. El comienzo del estado Orwelliano. Anunció el fin del dinero y la consolidación del dinero plástico (tarjetas bancarias, multitiendas, crédito, etc.), la destrucción de los ecosistemas amazónicos, el calentamiento global, el derretimiento de los polos, denunció la secreta utilización del estado Israelí, de palos blancos que compraban grandes extensiones de bosques vírgenes en Chile y Argentina para instalar futuras colonias judías cuando el derretimiento de los polos y la consiguiente hecatombe mundial produjera un desplazamiento de la línea del Ecuador hacia la zona Patagónica. En esos momentos llegó la rubia con un café que permitió por un instante respirar a Miguel y descansar a nosotros, pero fue breve, ya que de inmediato nos recomendó sacar el dinero del banco comprar un pedazo de tierra y una baca, ya que la propiedad de la tierra y el agua serían los bienes más preciados en el futuro. En ese momento le interrumpí, decidido a saber de qué se trataba la utilización de huincha aisladora en todas partes (sillas, libros, empaques de alimento, etc.). Me interesaba particularmente, ya que por ese tiempo desarrollaba una serie de obras en que grandes porciones de la tela eran cubiertas con tierra pura, como pigmento y luego atravesadas, entre otras cosas, por pequeñas bandas de huincha aisladora. Nos contó que la huincha la utilizaba para neutralizar las energías nocivas que emanaban de los códigos de barra, ya que éstas producían daños a nivel celular en el ser humano.
Después de un rato Gastón propuso continuar con la caminata, Miguel no quería que nos fuéramos, se sentía a sus anchas con un público obnubilado, en ese momento el chico que era su admirador le contó que había soñado con él, lo que permitió que junto con mostrarnos el living de la casa, de un estilo austero alemán, como el que los jerarcas nazis le imponían al pueblo mientras ellos se sentaban en las sillas de la Bauhaus, sobre la chimenea un panel tallado en madera con las 24 runas originales, las que le entregó Odín a Sigfrid, una fotografía de Claudio Arrau dedicada, una de Hitler, algunas chucherías nazis de las que venden en el mercado de Tierganden, etc. Decidimos irnos no sin antes recorrer el patio, donde Miguel nos expreso su malestar por el rechazo que encontraba su posición política, le parecía que pronto le harían su juicio de Nürnberg, le dolía que se escandalizaran para su cumpleaños cuando izaba en el hasta bandera la svástica. Le gustaba la idea de acompañarnos en nuestro recorrido, pero temía pasar un mal rato. Se despidió de cada uno cordialmente, especialmente de las mujeres, y volvió a su galera vikinga.