24-10-05

Illo Tempore: bombones helados y matiné en el cine Metro

Todo tiempo pasado fue mejor, el sabor de un helado en una naranjita plástica con tapa azul ¿todo tiempo pasado fue mejor? somos un país que fue un país. Ahora somos un país ficticio, y no se puede recuperar lo que ya no existe. Sin duda, con aquello que desaparece: las personas, las casas, los barrios, también desaparece algo que no tiene nombre, pero duele y no sabemos que es. En este transito, parece lógica una forma de visualidad reflexiva frente a la topicidad y el advenimiento de la ruina: moral, psicológica y estética, como herencia de la generación paterna.
En este contexto “In illo temporae”, plantea la necesidad de confrontar las narraciones heredadas con un relato crítico y desinstitucionalizado que desmonte el repliegue ideológico que sufrió la generación de los “pinochetboys” en un contexto de desmantelamiento interno y (re)P.N.L.
Si bien la adhesión a las utopías parece algo inherente a la búsqueda de un paraíso perdido, este no ha respondido a un sueño propio, no pasando de la actitud matea frente a la realidad establecida. Así nos vemos reflejados en la inteligencia de los buenos aprendices: Bien vestidos, despeinados, punzantes, pero sin filo. Entonces, me pregunto por los antecedentes clínicos y logro distinguir los evidentes: PRIMERO, bombones helados y matinée en el Metro, Hollyday on ice, la naranjita plástica con tapa azul, en suma, un ambiente propicio para crecer y creer. SEGUNDO, golpe militar…11, existe un ruido ambiente …Juego en la calle y una patrulla militar asalta una casa, no encuentran a nadie, solo libros que son quemados …”La vida se normaliza”, vuelvo del colegio en micro, desde que subo hasta que bajo nadie dice una palabra, más tarde identifico esa sensación como MIEDO, ese sentimiento se extiende entrados los 80`s…TERCERO, 6 de octubre de 1988, alameda frente al Diego Portales: Tanta felicidad hace a los pacos celebrar, después de un rato, la pregunta del millón: ¿y ahora qué? ¿Todo tiempo pasado fue mejor? Muchos lo creyeron así y se hicieron a un lado, las grandes Alamedas venían con colas de gente que esperaba su turno.
Parece que los mejores antecedentes son los obvios:
1 ADG, o Antes del golpe.
2 DDG, o Después del golpe y
3 DAGA, o Después de Abiertas las Grandes Alamedas.
Pero esos son los síntomas de la enfermedad, ahora ¿Cuáles son las causas?
Tal vez la buena infancia, quiero decir la posibilidad cierta de crecer y creer, un lujo que muchas generaciones anteriores no tuvieron, represente en alguna medida una de las condicionantes para signar las expectativas de un grupo humano en desarrollo, que vio de pronto su horizonte golpeado, medio a medio, por el enfrentamiento de dos fuerzas arquetípicas. La disolución psicológica, la destrucción familiar y la instalación de un futuro incierto, centrado en creer y crecer en el miedo, no representaron el futuro esplendor que se nos auguraba. Luego, sólo quedó la proyección de un sueño a medias: vivir la vida con ojos de otros, la generación que nos heredó las ruinas.
Subordinadas las prioridades, restablecidos los equilibrios entre patrones y peones, de pronto volvió a aflorar el resentimiento, como una rabia contenida, pero que combatía el miedo, ya no eran necesarios los accesorios de la uniformidad, había que reposicionar los sueños, había que estar dispuesto a dar la vida por ellos, pero los sueños eran los mismos sueños victimizados, venían haciendo largas colas, esperando su turno por la batalla de chile. Los actores, se limitaron a repetir sus parlamentos, y cuando se estreno la democracia se fueron para la casa sin cobrar el sueldo. La urgencia era otra, había que vivir lo que no habíamos podido, así que le dejamos las llaves de la casa, el sueldo y el auto a un tío buena onda que venía llegando de Europa. Desde esa fecha nuestra casa no fue la misma, de hecho ni siquiera nos pertenece. La ingenuidad, el sueño, la metáfora (in illo temporae) fue superada por otros hombres, no nuevos hombres, sólo hombres envejecidos, sabios de la corte, que dieron un aura de dignidad maquillada a sus propias indignidades históricas, instalando la medida de lo posible como referente de lo provisorio en un escenario de emergencia. Por eso, la nueva institucionalidad no fue tal, no bastaba votar, o que la C.N.I. dejara de operar para que las expectativas de restitución se cumplieran. Por el contrario, se agudizaba la sensación de desconfianza como si la alegría que llegó permitiera cubrir con una cortina de humo las operaciones de una dictadura subyacente, que se dejaba administrar, pero no se dejaba tocar (la copa, la copa se mira y no se toca), y lo que de verdad se instalaba era la obligatoriedad de elegir entre dos males el menor. Nos acostumbramos a buscar los acuerdos en virtud de hacer sostenible nuestro equilibrio, que alguien dijo, se llamaba transición y que no significaba otra cosa que los ganadores habíamos perdido, pero habíamos ganado, por que lo que pasaba era que nosotros hicimos como que perdíamos, para que ellos pensaran que ganaban, pero la verdad es que nosotros ganamos y de eso sí que estábamos seguros, ¿o no? Como sea, el insistir en esto podía resultar majadero y ser considerado un elemento disonante en el Chile de la alegría podía llevar a la exclusión de toda posibilidad de subsistencia, aunque fuera un pedacito de la torta, unas migajas algo había que tocar, pensar en seguir tomando piscola a esas alturas resultaba odioso, nos merecíamos algo mejor, para eso se había estudiado, luchado y sufrido, ahora había que cosechar los frutos de la ira. También había que pagar el crédito universitario, formar una familia, comprar un DFL2 y observar con serena lontananza al horizonte…
En ese momento caímos en cuenta que habían pasado 15 años, miramos para el lado y ahí estaba un viejo amigo con un serrucho en la mano, estaba casi igual, con la misma sonrisa, le habían crecido los colmillos lo suficiente para ser un profesional exitoso y respetado como vice-decano de una universidad privada. Lo saludé levantando la mano, ahí me di cuenta que también yo tenía un serrucho y que mi amigo miraba para otro lado (si te he visto no me acuerdo). Los amigos se habían vuelto competidores e iban por ahí contando como suyas las cosas que oían de otros. En ese escenario, cada día se volvía más difícil mirarse al espejo y sin embargo, todos no podíamos dejar de admirarnos. Tal vez en ese vértigo entre ser y no estar, o estar y no ser, todo desapareció alrededor y el vacío no nos molestó, al contrario la sensación de unidad en el todo se volvió el leit motiv, frente a la ineludible verdad, cualquier mareo podía ser mejor que el enfrentamiento, ya no era posible echar pie atrás. Lo muerto, muerto estaba, in illo temporae debía ser enterrado para seguir viviendo, para encontrar al mirar a los hijos un sentido más allá de los relatos paternos, de la conformidad, la resignación, o la iluminación estética . Sin duda, cualquier cuestionamiento nos habría llevado a alguna parte. Sin embargo, elegimos el brillo, la chispa del viejo camino engordó a algunos y se llevó de la nariz a varios disolviéndolos en el cosmos. Lo que quedó somos nosotros, no sólo cautivos del reflejo de un brillo y la añoranza por un sueño interrumpido. Sino nosotros, los que pueden enterrar el pasado cuando quieran. Ciertamente, nos enseñaron a respetar a nuestros mayores y lo hicimos con gusto, porque siempre hubo cerca uno sabio, pero no se aprovechen, porque esa condición no es perse, todos sabemos que estamos rodeados de viejos vinagres. Pagamos impuestos, votamos y nada es para siempre, reacuérdenlo!.. Servir a alguien, es el sentido del servicio público, el que no sirve no es el mal menor. “Aunque me fuercen, nunca voy a decir, que todo tiempo por pasado fue mejor…Mañana es mejor”.

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